domingo, 25 de noviembre de 2012

sodoma y gomorra



En Sodoma y Gomorra se cometían muchas atrocidades.  Un  día Dios se presentó ante Abraham y le dijo que  pensaba destruir las  dos  ciudades. Abraham  le  suplicó   que  tuviera compasión ya que, por lo menos, debía  haber cincuenta personas buenas.
-No las castigaría si así fuera -le dijo Dios.
-¿Y si hubieran cuarenta?
-Tampoco las castigaría -contestó.
Abraham siguió insistiendo, y en el regateo con Dios rebajó hasta diez. Le repitió Dios:
-En atención a diez personas justas, no las destruiría.
Dos emisarios de Dios fueron a Sodoma y desde casa de Lot fueron testigos de los espantosos pecados que cometían aquellas gentes. Le dijeron a Lot que saliera a toda prisa con su mujer y sus dos hijas, y que corrieran vega arriba, sin volver la mirada atrás, ya que si no, se convertirían en estatuas de sal.
El sol salía, y empezó a caer una lluvia de azufre ardiendo sobre Sodoma y Gomorra. Las dos ciudades, con sus habitantes, quedaron arrasadas. La mujer de Lot miró atrás y quedó convertida en una estatua de sal.







david y goliath


David era el menor de los hijos de Jesé, y Samuel, inspirado por Dios, lo había ungido para que fuera el nuevo rey.

Saúl cayó enfermo de una tristeza que le impedía tener sosiego y le aconsejaron que escuchase música como remedio a su mal. David era conocido por su arte en tocar el arpa. Por esto fue llamado a la corte de Saúl. El rey se quedó prendado de las cualidades del muchacho.

Además de deleitarse escuchando su música lo tomó como escudero.

Los filisteos reorganizaron su ejército y fueron a atacar a Israel. Estaban ambos ejércitos frente a frente. Del bando filisteo se adelantó Goliat, un soldado gigante, y retó a que saliera un israelita a pelear contra él. Todos se atemorizaron, pero David convenció a Saúl para que le permitiera salir. Tomó su cayado de pastor; puso en el zurrón cinco guijarros del torrente y, con la honda en la mano, salió al encuentro de Golíat. Cuando estuvo a buena distancia, puso un guijarro en la honda; restalló un trallazo en el aire y Goliat cayó despíomado. Le había dado en la frente. Corrió David y con la espada del mismo Goliat le cortó la cabeza. El ejército filisteo se batió en retirada. Saúl los persiguió y consiguió una nueva victoria.






Jonas y la ballena





Elíseo fue un gran profeta, tal como lo fue Jonás, quien primero tuvo que recibir un castigo para rectificar sus pasos.

Elegido como profeta, Yavé le ordenó visitar Nínive, pues el pueblo había caído en pecado y debía arrepentirse. Pero Jonás desobedeció a Dios y tomó un barco con otro destino.

Estando la nave de Jonás en alta mar  Yavé desató su ira con una terrible tormenta. Cundió el miedo, pero él permanecía en silencio, intuyendo que se trataba de un castigo divino. Entonces Pidió que lo arrojaran al mar si querían salvarse. Así fue, siendo devorado, sin sufrir daño alguno, por una ballena.

Jonás vivió allí tres días y tres noches, oró todo el tiempo y la ballena 'o dejó en una playa. Entonces viajó a Nínive.








Sanson y dalila






La mujer era estéril pero Dios le anunció: “Darás a luz un hijo, a cuya cabeza no ha de tocar la navaja, pues será consagrado a Yavé, librando a Israel de los filisteos”. Y trajo un niño que llamó Sansón, al que Dios lo dotó de una fuerza sobrehumana.

Sansón demostró a los filisteos su fuerza divina: venció, sin ayuda, a un fiero león; incendió sus tierras con trescientas zorras atadas; deshizo las fuertes ataduras cuando pretendieron atraparle y con una quijada de asno eliminó a mil filisteos.

Hasta que lo sedujo Dalila, quien al saber el secreto de su fuerza, le cortó el cabello. Débil, los filisteos le arrancaron los ojos, pero, en su mismo palacio y con la ayuda divina, se recuperó, lo trajo abajo, muriendo príncipes y ciudadanos filisteos.






Parabola de la oveja perdida





“Si uno de ustedes pierde una oveja de cien que tiene, ¿no deja las noventa y nueve en el campo para ir  en busca de la que se perdió? Y cuando la haya, feliz, la pone sobre los hombros y les dice a todos en su casa: Alégrense, pues hallé a mi oveja perdida”.